La Habana y Varadero, dos caras de Cuba

Desde que una profesora cubana de salsa me enseñó el primer “un, dos, tres” al son de los timbales de Tito Puente, soñé con bailar la rumba original en algún local de Cuba. Pude cumplir ese sueño algunos meses después, cuando ya dominaba varios enlaces salseros, pero lo que me traje fue muchísimo más que unos buenos recuerdos de salsa y ron. Imposible permanecer indiferente ante ese mar de contradicciones que es Cuba, entre la belleza de la costa caribeña y la mística histórica de La Habana. Uno podría pasar años para comprender la idiosincrasia de este país legendario, pero para mí dos semanas fueron suficientes para entender por qué Pablo Milanés cantaba “amo esta isla”.

La Habana

“Habana, doy fe, tu carruaje de delirios me enamora…” cantaba Fito Páez en esta canción en la que decía que si no podemos elegir vivir, él elegiría morir en La Habana. Y es esa especie de delirio, de realidades yuxtapuestas, de pesadumbre y alegría de vivir al mismo tiempo, que nos va embriagando a cada paso como el ron o el sonido de la rumba. Eso sí, para dejarse llevar hay que despojarse de los prejuicios al bajar del avión. La ciudad más babilónica del Caribe nos interpela con su unicidad cultural –mixtura africana, española, indígena y hasta china-, su aura histórica, su simbología revolucionaria por todas partes, y el mar omnipresente dando esa energía que no podríamos encontrar en otro lugar del mundo.

Los habaneros imperdibles

CAMINAR POR LA HABANA VIEJA. El patrimonio histórico de la ciudad está perfectamente preservado. Todo está sumergido como en un sueño donde no pasa el tiempo: iglesias de más de cinco siglos, casas de muros envejecidos, palacios coloniales que preservan su majestuosidad. La Catedral, el Museo del Ron, la Plaza de Armas y el tren antiguo son los puntos infaltables de cualquier itinerario.  

Vista de la Habana Vieja

PASEAR SIN PRISA POR EL MALECÓN. La costanera sobre el Caribe es una de las postales imprescindibles de La Habana. Quizás por su papel como el alma de la ciudad, muchos comparan la capital cubana con Montevideo, aunque hay muchas escenas típicamente cubanas que enseguida nos ubican en la latitud norte: autos clásicos de colores brillantes como salidos de un museo, vecinos que se juntan en las veredas a jugar dominó, vendedores de habanos que salen por todas partes, el ómnibus más grande del mundo. Son ocho kilómetros franqueados por un muro donde nos podemos sentar tranquilamente a mirar los colores caribeños y esperar que se enciendan de a poco las luces de la noche. La Rampa al final de la Calle 23, en la zona de Vedado, es el mejor lugar para salir a bailar (recomiendo El Turquino, en el último piso del Hotel Habana Libre), después de haber probado un helado en Coppelia.

El sol se pone sobre el Malecón

VISITAR LA PLAZA DE LA REVOLUCIÓN. Los símbolos de la era revolucionaria marcan profundamente la identidad de la ciudad. En esta plaza –una de las más grandes en el mundo- se puede ver el altísimo Memorial de José Martí, poeta y prócer de Cuba; la enorme imagen del Che Guevara y su “Hasta la victoria siempre” forjados en hierro, y varios edificios estatales como el Teatro Nacional, la Biblioteca y el Ministerio del Interior. 

Los emblemas de la Plaza de la Revolución

COMPARTIR UN ALMUERZO EN CASA DE UNA FAMILIA CUBANA. Los cubanos son conocidos por su hospitalidad y sencillez; y donde vayas te van a recibir con calidez. Una de las experiencias más lindas es comer en una casa particular. Muchas familias ponen mesas en sus casas y ofrecen un menú casero muy rico y barato (desde comida criolla como habichuelas con arroz hasta pizzas); una oportunidad genial para conversar con los dueños de casa y empaparse en la cultura local. Si te quedás en un apartamento de alquiler seguramente te ofrezcan gastronomía; si estás en un hotel es muy fácil coordinar con alguna familia amable para comer en su casa. Eso sí, hay que dejar buena propina.

TOMAR UN MOJITO EN LA BODEGUITA DEL MEDIO. No podía abandonar La Habana sin visitar este clásico donde los mejores mojitos se mezclan con salsa en vivo. La ambientación muy cálida, entre objetos antiguos y, estampando las paredes, las firmas de los personajes ilustres que pasaron por allí.

La Bodeguita del Medio (Foto de E.K. 111)

VARADERO

Contrariamente a lo que la gente cree, La Habana no tiene playas: toda la costa está formada por el Malecón. Para pasar unos días descansando en playas paradisíacas, la opción preferida en Cuba es Varadero, uno de los destinos costeros más espectaculares del Caribe, situado en la península de Hicacos. Son 20 kilómetros ininterrumpidos de playas turquesas con arena blanca, donde se sitúan grandes resorts All Inclusive con todo el relax y entretenimiento que uno puede imaginar. Un buen descanso tras varios días agitados en la capital.

Varadero: grandes resorts y un mar increíble

Dónde alojarse

Muchas familias, parejas y hasta grupos de amigos eligen Varadero para pasar sus vacaciones con Todo Incluido a orillas de una playa exclusiva, con acceso ilimitado a tragos y comidas, piscinas infinitas y masajes frente al mar. Cuanta más anticipación haya en la reserva de un resort, mejor precio se obtiene. Claro que no es necesario reservar un paquete de este tipo para disfrutar a pleno Varadero: en el pueblo mismo, al extremo oeste de la Península, hay muchos hostales, albergues y casas de alquiler bastante en precio.

¿Qué hacer en Varadero?

Si uno va por pocos días a Varadero, seguramente no se moverá del hotel y su zona de playa. Pero hay muchas actividades y lugares maravillosos si juntamos fuerzas para abandonar la reposera. Una buena idea para recorrer toda la costa y el pueblo es tomar el bus turístico, que lleva aproximadamente una hora y para en todos los hoteles. 

BUCEO. La península tiene numerosas zonas de buceo con cuevas y arrecifes para explorar. Muchos resorts ofrecen cursos de iniciación, pero también se puede elegir algo más avanzado (o con más adrenalina como el buceo nocturno) en el Centro de Buceo de Barracuda, donde también se puede hacer snorkeling guiado.

Buceo en Varadero

DELFINARIO. Es una atracción obligada si se viaja con chicos; aunque también los adultos pueden disfrutar la experiencia de nadar entre delfines y ver sus shows en un entorno con mucha naturaleza. Está por la Autopista Sur, kilómetro 12.

PASEOS CULTURALES. La nochecita es un buen momento para comprar souvenirs típicos de Cuba en la Feria  Artesanal Los Caneyes, el principal mercado callejero de Varadero. Otro atractivo  interesante  fuera de la playa es La Casa del Ron, donde pude conocer más de cerca la historia de esta típica bebida caribeña. Y a la noche hay que animarse a unos pasos en el Palacio de la Rumba, el lugar clásico para bailar son cubano y tomar cerveza sin gastar demasiado.

Más Cuba

MATANZAS. Sabía que Varadero estaba más enfocado al turismo internacional, y por eso dediqué un día a conocer Matanzas, donde se siente el espíritu cubano más a flor de piel. Es una linda ciudad colonial a 25 kilómetros de Varadero, conocida como la “Atenas de Cuba” por su legado cultural y artístico (principalmente en el ámbito musical). Tiene un par de edificios históricos emblemáticos y una agradable costanera; pero lo que más me sorprendió fue la Cueva de Saturno, con una piscina natural de 20 metros de profundidad, realmente espectacular.

Cae la tarde en Matanzas (Foto de Mokastet) 

CAYO BLANCO. También vale la pena dedicar toda una jornada a conocer este lugar, que aunque cueste creerlo tiene playas todavía más paradisíacas que las de Varadero. El trayecto lleva dos horas en catamarán e incluye una parada para nadar con delfines en el mar. Ya en Cayo Blanco se para un largo rato en un chiringuito para almorzar langosta mirando el mar y escuchando ritmos cubanos.

Playa de Cayo Blanco (Foto Ronie Nicolas)

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