América del Sur / Brasil

Río de Janeiro y Búzios: llenos de encantos mil

“Seguro estás exagerando”, solía contestar a todos los que me decían que Río de Janeiro es la ciudad más linda del planeta. No fue hasta ver desde el avión el paisaje de la ciudad expandida entre el mar y los morros que les di la razón: me faltan lugares para conocer, pero dudo que haya alguna ciudad en el mundo con la magia de Río.

Yendo por la costanera desde el aeropuerto al hotel en Copacabana, refregándome todavía los ojos para constatar que no era una alucinación, comprendí por qué los poetas de la bossa nova cantaron tantos versos a la “cidade maravilhosa, cheia de encantos mil”. Y lo más maravilloso es que esos encantos se multiplican cuando nos alejamos un poco de la ciudad y descubrimos las playas de Búzios, un lugar que parece creado por la naturaleza para que los viajeros seamos felices.


Vista aérea de Río de Janeiro

 

Coraçao do meu Brasil

Si bien Brasilia es la capital política del país y San Pablo es el centro económico, no hay dudas de que, como bien dice la canción que ya citamos, Río de Janeiro es el “corazón” de Brasil. Aquí se condensan todos esos símbolos por los que se reconoce a la cultura brasilera en todo el mundo: el fútbol, las caipirinhas frente al mar, las garotas más bellas, el samba, el carnaval. La alegría sin fin pese a las desigualdades sociales, el ritmo acelerado de una gran ciudad pero con el espíritu relajado de quien sabe que vive en un lugar único, bendecido por la naturaleza

 

Una copa en Copacabana

Uno no pisa Río de Janeiro hasta no caminar por las baldosas ondulantes del calçadão sobre la Avenida Atlántica de Copacabana. Caminando por la costanera, se ve, como en ningún otro lugar de la ciudad, la enorme diversidad que la compone: turistas y locales; familias y jóvenes; empresarios y obreros; todos disfrutando plácidamente del sol mientras a lo lejos suena alguna batucada y los barzinhos no dejan de servir cervezas bien geladas.

Y aunque por todas partes se vea gente pasándola bien, el barrio no deja de tener cierto aire nostálgico. La impresionante fachada del Copacabana Palace y otros edificios emblemáticos guardan el esplendor de otras décadas, cuando la zona era la más sofisticada de Río. Y por eso Copacabana es mi preferida de Río: porque en todas partes se siente esa saudade tan propia de la bossa nova.


La infaltable postal de Copacabana

 

Buscando a la garota de Ipanema

Al oeste de Copacabana, la arena se empieza a hacer más blanca y el agua más transparente. A lo lejos, el morro Dos Irmãos domina el horizonte, y la costanera se reviste de edificios y restaurantes de lujo. Estamos en Ipanema, y no es difícil imaginar la garota que inspiró una de las canciones más famosas de la música brasilera. De hecho, se puede ir hasta el antiguo bar Veloso, el mismísimo lugar donde Tom Jobim y Vinicius de Moraes crearon Garota de Ipanema. Por supuesto, hoy el bar se llama así en honor a ese gran himno de Brasil.

Y aunque hoy ya no es el barrio bohemio de Río como en aquella época (sobre todo luego de que las clases altas se instalaran aquí), Ipanema sigue siendo uno de los focos culturales más importantes de la ciudad, con excelente gastronomía, librerías, museos y lugares para salir a la noche. Si se quiere vivir el espíritu de Ipanema como un verdadero carioca, hay que pasear por el barrio un domingo, cuando uno de los carriles de la rambla se hace peatonal y la gente sale a hacer ejercicios o pasear a sus mascotas. También se puede dar una vuelta por la feria hippie de la Plaza Osório para comprar alguna artesanía; y terminar la tarde viendo caer el sol desde la Pedra do Arpoador, una de las postales más lindas de Río.


A lo lejos se ve el morro Dos Irmãos

 

Corcovado y Cristo Redentor

Como la mayoría de los viajeros que llegan a Río, una de mis principales metas era conocer una de las siete maravillas del mundo: el Cristo Redentor en el Corcovado. Para poder visitarlo con tranquilidad hay que salir bien temprano, ya que son muchos los turistas que suben todos los días. Se puede ir hasta el pie del Corcovado en un bus desde Copacabana y allí tomar el tren que sube hasta el Cristo (no permiten subir a pie, solo en vehículo). Otra opción es contratar allí mismo un guía (hay muchos minibuses de empresas turísticas esperando), que te lleva hasta el monumento mientras pasa por otros miradores alucinantes del Parque Nacional Barra da Tijuca.

Una vez que se paga la entrada (10 reales), otra camioneta te lleva hasta la cima, donde se puede subir una escalera común, tomar un ascensor o la escalera mecánica. El paseo está muy bien organizado, hay muchos guías turísticos dispuestos a ayudar y tiendas de souvenirs. Pero quién tiene tiempo de comprar algo cuando la vista panorámica de Río es tan estremecedora y se está tan cerca del Cristo más famoso del mundo, ese que vimos mil veces en postales y telenovelas.  


Visitar el Cristo Redentor es un imperdible en nuestro viaje a Río

 

Maracaná

Todo fanático del fútbol debe visitar el Estadio Maracaná y especialmente el uruguayo. E incluso para quien no es tan fanático también es visita obligada. Este estadio es parte de nuestra historia, y pisarlo nos recuerda aquella histórica hazaña en que Ghiggia convirtió el gol que nos hizo campeones del mundo en el Mundial de Fútbol de 1950.

Aunque al día de hoy su museo tiene poca referencia a aquel primer mundial que jugaron las selecciones del mundo, el lugar nos despierta los más fuertes sentimientos: entre camerinos, cabinas de relatos, palcos e incluso su césped (sí, podemos pisarlo, aunque solo un área restringida) nos imaginamos cómo fue la histórica victoria que hasta hoy nos enorgullece.

Hoy en día se realizan visitas guiadas que nos permiten recorrer el estadio, son de precios accesibles y es fácil de llegar. También podemos visitar su tienda de artículos para llevarnos algún souvenir de recuerdo, y siempre hay que tener en cuenta que los días de partido el horario es más restringido o puede ser cancelada el área de tours.


Para nosotros, uruguayos, es una visita infaltable

 

Lapa y Santa Teresa: noches de bohemia

La verdadera bohemia carioca descansa en estos dos barrios antiguos de Río, a donde hay que dirigirse al anochecer para practicar unos pasos de samba y tomar unas buenas caipirinhas. Lapa es el foco de la movida nocturna, y caminando por ahí vemos las distintas expresiones de la diversión carioca, todas mezcladas: fiestas exclusivas, bares de parroquianos donde van los vecinos de siempre, fiestas espontáneas en la calle en torno a la batucada. Pero Lapa es precioso también de día, sobre todo en la zona de los famosos Arcos y la bellísima escalera de Selarón, decorada con mosaicos de colores, una de las fotos más lindas para tomar en la ciudad.

Santa Teresa tiene el encanto extra de estar sobre un morro, por lo que todos los barcitos y restaurantes (la mayoría instalados en casonas restauradas con jardines tropicales) tienen una vista impresionante. Ahí pasé uno de los mejores atardeceres del viaje, degustando cervezas artesanales al son de los clásicos de música brasilera en vivo en el Largo do Guimaraes.


La bellísima Escalera de Selarón

 

Lagoa Rodrigo de Freitas

Como si no bastara con los morros, el Océano y las bahías; el paisaje de Río también tiene lagunas internas. La Lagoa Rodrigo de Freitas es uno de los lugares de recreación preferidos de la ciudad, situada entre el Corcovado y la playa de Ipanema. La laguna está bordeada por el Parque Tom Jobim, que tiene una extensa ciclovía y senderos para hacer deportes, además de clubes náuticos y un excelente circuito gastronómico al aire libre, con varios restaurantes de distintas especialidades, desde cocina mineira o amazónica hasta platos italianos o japoneses. Uno de los rincones imperdibles del barrio Lagoa (que hoy está entre los más ricos de Río) es el Jardín Botánico, el respiro perfecto del fin de semana.


Lagoa Rodrigo de Freitas, bellísimo a la noche

 

El teleférico de Pão de Açúcar 

Contemplar la ciudad desde el Pão de Açúcar es otro de los grandes clásicos de Río. Así que hasta allí me fui, al barrio de Urca, para tomar el mítico bondinho, el teleférico que sube al morro desde hace más de un siglo. El paseo se hace en dos tramos, primero desde la base del Morro de Babilonia hasta el monte de Urca; y luego desde aquí hasta la cima del Pão de Açúcar. Las vistas de Copacabana y la bahía de Guanabara son impresionantes, a lo que se suma la adrenalina de sobrevolar la ciudad de morro en morro. Si se tiene la posibilidad de ir al atardecer, ver el sol cayendo con el Corcovado de fondo es una de las mejores visiones de Río.


El viaje en teleférico es increíble

 

Búzios, la península mágica

Es un pecado visitar Río de Janeiro sin hacerse unos días para descansar en Búzios, a solo tres horas en bus de la ciudad. Hace tiempo me había cautivado la historia de esta península con más de veinte playas, que pasó de ser un pueblo de pescadores perdido en el mapa (oficialmente llamado Armaçao de Buzios) a consolidarse como un destino de fama internacional cuando la actriz francesa Brigitte Bardot lo eligió para vacacionar en los años sesenta junto a su novio brasilero de entonces. Hay toda una mítica en el pueblo en torno a la figura de Bardot, incluyendo una Orla marítima con su nombre y una estatua de bronce en tamaño natural sentada en un banco frente al puerto.

 

Y, como ella, también nos sentimos dentro de una película cuando caminamos por la sofisticada Rua das Pedras, la calle central de Búzios, un camino de piedras bordeado por boutiques, restaurantes tropicales y barcitos para salir a tomar algo de noche o incluso bailar hasta tarde. Y todo siempre con un estilo muy distendido, sin prisas, incluso en la temporada alta cuando se llena de veraneantes.

Si bien la zona céntrica es caminable, la península se extiende algunos kilómetros conformando más de veinte playas diferentes. Eso es lo más lindo: se puede visitar una playa nueva cada día y sorprenderse con un paisaje bien distinto al anterior, admirando las formas caprichosas que la geografía imprimió en la costa, entre laderas y bahías. El sistema de transporte público entre las playas es muy eficiente y lleva fácilmente de una playa a otra. Pero para conocer más de una playa por día, es recomendable alquilar un buggy y hacer un buen tour costero.

 

Día de playa en João Fernandes

Una breve caminata lleva desde el centro de Búzios hasta la playa João Fernandes, una de las más emblemáticas de la península, rodeada de posadas de lujo y restaurantes de alta gama. Es fácil entender por qué es una de las playas preferidas por los turistas: aguas serenas, piscinas naturales para hacer esnórquel o pasear en escuna, y muy buenas barracas costeras para almorzar mariscos. Si la arena está muy poblada, se puede caminar hacia la derecha para encontrar rincones más tranquilos.


El agua de la playa João Fernandes es incríblemente transparente

 

Onda surf en Geribá

Las grandes olas han dado a la playa de Geribá el título de la playa surfista de Búzios, muy popular entre la gente joven. Además de los deportes acuáticos, la diversión está en el parador Fishbone Café, el mayor punto de encuentro de Geribá, donde las tardes de verano terminan con fiestas electrónicas. Para escapar un poco del tumulto, hay que caminar hacia la izquierda y encontrar el camino que lleva a la playa de Ferradurinha, una de las más lindas y relajadas de Búzios.


Fishbone Café

 

Al agua en Ferradura

La forma de “herradura” de la bahía da nombre a esta playa de ambiente bien familiar, con aguas mansas y varias opciones de deportes acuáticos: kayak, banana boat, lanchas y veleros. Del lado izquierdo hay muy buenos barcitos para almorzar una moqueca o picar empanadas de mariscos, mientras que hacia la derecha el clima es más sosegado y la caminata nos regala la vista atractiva de las mansiones frente al mar.


Con un ambiente muy familiar, es superdisfrutable

 

Azeda y Azedinha

Desde la tradicional playa dos Ossos sale una callecita de adoquines y una escalera de madera que lleva a la hermosa playa de Azeda, desde donde se accede a la vez a la diminuta Azedinha. Estas playas forman un área de protección ambiental y por eso no hay comercios sobre la arena: todo es naturaleza en estado puro, apenas algunos barcos venden bebidas y alquilan sombrillas. Como son playas pequeñas, se llenan fácilmente; así que para disfrutar el paisaje con calma se recomienda ir bien temprano.


Azeda y Azedinha, una más linda que la otra

 

Ya volando para volver a Montevideo, una última mirada a la belleza única de Río de Janeiro. Y todo lo que quedó por descubrir de esos “mil encantos” de la canción. Ahí mismo empieza ese sentimiento inexplicable de saudade, que seguirá vivo largo tiempo pidiendo que regresemos.

 

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