Lisboa para dos

Cuando pensamos en ciudades románticas, París viene a la mente como la favorita de Europa. Venecia, Roma o Florencia le pisan los talones entre las más populares para el romance. Pero hay una capital menos opulenta y más inexplorada en los circuitos europeos clásicos que es un destino incomparable en viajes para enamorados: Lisboa.

Nostálgica, bohemia y atemporal, con el dejo seductor del portugués y el brillo ocre del Río Tejo bordeando las casas de colores, la capital de Portugal invita a caminar horas de la mano perdiéndose entre sus callecitas de piedra y enamorándose de la vista en sus balcones y miradores. Hay cientos de hoteles diseñados para el amor, restaurantes para cenar a la luz de las velas escuchando la dulce melodía del fado, y, al mismo tiempo, es una ciudad divertida, con una candente vida nocturna que hace que en pareja o viajando solo se pasen veladas inolvidables.

Lo mejor de Lisboa para enamorados

1. Los miradouros.

“Amar no es mirarse uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección”, dice una frase popular. Y qué mejor vista para compartir de a dos que el panorama de una de las ciudades más bellas de Europa desde lo alto. Los barrios de Castelo, Alfama y Graça regalan vistas increíbles; más fascinantes cuanto más subimos. Las terrazas del Largo das Portas do Sol seduce con sus calmos atardeceres sobre el Tajo.

El Mirador Santa Luzia tiene parrales y jardines floridos que son un bálsamo para los paseos en verano. En el Mirador Graça podemos tomar un buen café mientras admiramos el paisaje de las casas antiguas mezcladas con los edificios modernos. Y en Baixa, el centro de la ciudad, no hay que perderse el Mirador de San Pedro de Alcántara y el paseo por el Elevador do Carmo (o de Santa Justa) que nos va levitando sobre las tejas rojas de Lisboa.

Vista panorámica de Alfama.

2. El Castillo de San Jorge.

Situado en la colina más alta de la capital portuguesa, el monumento histórico por excelencia de Lisboa regala las vistas más alucinantes de la ciudad, incluyendo una panorámica de 360° a través de un periscopio. Entre muros de estilo morisco, torreones, cañones y jardines, los enamorados se sienten como personajes de una novela medieval, abrazados por los ocho siglos de historia que guarda la fortaleza. Y en días cálidos, es común que haya músicos callejeros en el lugar animando una escena como de película. El barrio que rodea al castillo, Santa Cruz do Castelo, también ofrece un lindo paseo por sus calles laberínticas.

Allá, en lo alto, podemos ver el Castillo de San Jorge.

3. El Tranvía 28.

Pocas experiencias son tan cautivantes como tomar el Tranvía 28, otro de los grandes emblemas de Lisboa. A bordo del antiguo transporte amarillo se recorren, en solo cuarenta minutos, los puntos más representativos de la ciudad, desde el barrio Baixa hasta Ourique. La Catedral Sé, el Mirador de Santa Luzia, la zona de bares de Bairro Alto y la hermosa Basílica de Estrela son algunos de los lugares más atrapantes del recorrido.

Andar en el Tranvía 28 es un clásico en Lisboa.

4. Perderse en la historia de Belém y Sintra.

Todos deseamos un amor eterno, y eso exactamente es lo que tiene Lisboa con su historia. Para seguir viajando en el tiempo, hay que visitar el Monasterio dos Jerónimos en el encantador barrio de Belém, una enorme construcción del siglo XVI que conjuga el estilo renacentista con el gótico, muestra de la época de poderío colonial de Portugal.

La Torre de Belém al atardecer.

La magia continúa en Sintra, uno de los pueblos más románticos del mundo, a 30 kilómetros de Lisboa. Entre bosques y colinas, aquí se concentran varios palacios como sacados de un cuento de hadas: el Palacio da Pena, el Palacio Nacional y la Quinta da Regaleira. Además de visitar estos monumentos, hay que dejarse llevar por las callecitas de Sintra y probar algunos dulces típicos como los Travesseiros o la Queijada.

El Palacio Nacional en Sintra, salido de una película.

5. Pasión gastronómica.

Portugal sabe cómo conquistar corazones a través de la buena cocina. Y esto sucede desde primeras horas de la mañana, cuando las pastelarias seducen a locales y turistas con los pasteles de nata recién horneados acompañados de café expreso. Para empezar el día en una nota mítica, la gran recomendada es la Antiga Confitaria de Belém, donde se crearon los típicos pasteles de Belém, cuya receta es un gran secreto.

Si el almuerzo los sorprende paseando por los miradores, hay varios restaurantes con terrazas panorámicas donde se puede degustar el plato estrella de la cocina portuguesa: el bacalao. El arroz con mariscos o con pato, el pollo piri-piri y las sardinas asadas también son especialidades del menú lisboeta. A la tarde, se puede tomar una cerveza artesanal en la legendaria Cervejaria Trindade, y deleitarse con los azulejos antiguos del interior.

El bacalao es un plato tradicional en Lisboa.

6. Noche mágica en Bairro Alto.

Y por supuesto, Lisboa eleva cualquier cena romántica a una nueva dimensión. El escenario es tan perfecto, que muchos eligen este momento para hacer sus propuestas de casamiento. La ambientación tenue de los locales estilo vintage, las deliciosas tapas, el acompañamiento del mejor vino del mundo (el más famoso es el Oporto, pero hay muchos más también exquisitos) y las guitarras en vivo tocando fado, todo confluye para que cenar en Lisboa sea una experiencia sacada de una película.

La noche en Lisboa es mágica.

La zona de Barrio Alto es la preferida para salir a la noche, con cantidad de bares pequeños que abren luego de la cena y empiezan a llenarse a la medianoche. Nada mejor para terminar el día que recorrer estos barcitos brindando por el amor, que a esta altura también es un amor inmenso hacia la mágica Lisboa.

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