Norte y CentroAmérica / Estados Unidos

Lo que pasa en Las Vegas...

Ya conocen el dicho: “Lo pasa en Las Vegas, queda en Las Vegas”. Cientos de películas y series de televisión han ayudado a construir este mito: que Las Vegas es la ciudad más loca del mundo, que la fiesta dura las 24 horas del día, que las luces nunca se apagan, y que un golpe de suerte nos podría hacer retornar millonarios, y hasta casados con un desconocido. ¿Cuánto hay de mito y cuánto de realidad? Cuando surgió la chance de visitar Estados Unidos, no dudé en hacerme un tiempo para ir a Las Vegas y comprobarlo en persona.

Tenía solo dos días, así que ajusté el itinerario para disfrutar a fondo de la ciudad de los casinos y, de paso, conocer una de las maravillas del continente: el Gran Cañón del Colorado, bastante cerca como para no incluirlo. No voy a negar que fueron dos días de muy pocas horas de sueño, aunque lo surreal de la “Ciudad del Pecado” lo compensa ese sueño que nos falta. 

 

Día 1. Recorriendo el mundo en Las Vegas Boulevard.

Apenas bajamos del avión, Las Vegas nos muestra por qué es la capital mundial del entretenimiento. En las distintas terminales hay más de mil máquinas de slots en las que podemos jugar la primera ficha de la estadía o hacer una última apuesta antes de partir. También hay opciones de traslado muy lujosas (limusinas brillantes como de estrella de cine), pero en mi caso opté por tomar un taxi hasta el hotel, mucho más económico.

Elegir un hotel en el destino que concentra los mejores hoteles temáticos del planeta no fue fácil. Lo bueno es que los hoteles más famosos se pueden visitar sin necesidad de estar alojados, y ese es fue mi primer paseo tras dejar las valijas en la habitación. Era media mañana y Las Vegas Boulevard estaba deslumbrante, incluso sin las luces emblemáticas de la ciudad.

El famoso cartel “Welcome to Fabolous Las Vegas” en la zona del Strip es el punto de partida a un paseo que, literalmente, nos permite recorrer el mundo. Y también viajar en el tiempo: del Palacio del César a la Torre Eiffel en el Hotel París; el Venetian con sus interiores emulando la Capilla Sixtina; la Estatua de la Libertad en la impresionante fachada del New York - New York. De repente nos mira la Esfinge del Hotel Luxor, donde está la icónica Pirámide de Las Vegas transportándonos a la tierra de los faraones. Más allá, viajamos a la época medieval en el famoso hotel Excalibur, un enorme castillo que parece sacado de un cuento. También es emocionante reconocer algunos de los hoteles no temáticos tan representativos de Las Vegas, como el Flamingo, el MGM Grand o el Bellagio.


Las Vegas Boulevard, deslumbrante

 

Recorrer el Boulevard lleva todo el día. Además de contemplar los diseños increíbles de las fachadas, cada resort tiene su propio centro comercial para pasar horas haciendo shopping, y en todos hay restaurantes de altísimo nivel donde probar cocina de fusión de todas partes del mundo. Incluso en el Town Square también hay una gran cantidad de opciones para almorzar y ver vidrieras.

Por supuesto, el gran distractor son los casinos: aunque no tuviéramos una sola ficha para jugar, es maravilloso entrar a esas salas de lujo donde no existe el tiempo y la ambientación nos va transportando, igual que los hoteles, a distintos lugares del planeta (y de la ficción).

Sin embargo, en mi caso, el juego tendría que esperar porque, antes de caer la noche, quería visitar las míticas Capillas Blancas donde se casaron Elvis Presley, Frank Sinatra y otros cientos de famosos. No, no me tocó dar el sí (quizás porque aún era muy temprano), pero me divertí viendo las representaciones de las bodas fugaces de la Capilla Graceland.


Un clásico de Las Vegas

 

Noche 1. Saliendo a rockear.

Saciada la sed de romances de cine, era hora de ver la cara más fascinante de la ciudad: sus luces nocturnas. Las grandes fachadas y esculturas del paisaje urbano son un espectáculo en sí mismo, pero también hay shows que no nos podemos perder, como las fuentes del hotel Bellagio (aguas danzantes con sonidos y luces, uno de los grandes recomendados) o el volcán del Mirage, que entra en erupción anunciando el comienzo de la noche más divertida del mundo.

¿Qué decir de la vida nocturna? Que las opciones son infinitas, que hay que ir con un buen atuendo en la valija, que seguramente pruebes los cócteles más alucinantes y que escatimar en gastos no es una posibilidad. Mi primera noche en Las Vegas empezó con toda la magia posible en uno de los espectáculos que el Cirque du Soleil ofrece en la ciudad: The Beatles LOVE. Y aunque estuve largo rato para salir de la ensoñación en la que me sumergió la función, quedaba energía para dar una vuelta por los casinos de la Strip. Para seguir con la temática rockera, me dirigí al casino del hotel Hard Rock. La guitarra eléctrica gigante en la entrada ya anuncia la temática musical de todo el complejo, donde siempre hay alguna banda en vivo y se pueden ver instrumentos y trajes famosos de grandes leyendas de la música.


Los sonidos, los colores, las luces, todo en la Strip enamora

 

Para quienes no son muy avezados en el juego, Las Vegas es el destino perfecto: desde que entrás a la sala principal te reciben con la mayor amabilidad, y los dealers están siempre dispuestos a explicarte las dinámicas del juego. Para no complicarme mucho, fui a las clásicas tragamonedas, pero es electrizante pasar cerca de los que juegan blackjack y apuestan varios miles de dólares como quien compra una rifa de barrio. El Luxe Bar del casino es un buen lugar para entretenerse mientras no estamos jugando.

Al otro día me esperaba una gran aventura, por lo que la noche no me dio para seguir recorriendo otros casinos famosos. Los que viajan más días no se pueden perder el clásico casino del Monte Carlo, el CircusCircus ambientado (adivinaron) como un circo, el luminoso Cosmopolitan o el Stratosphere, con una de las torres más altas de Las Vegas. Dicen que la vista desde ahí es impresionante.

 

Día 2. Sobrevolando el Gran Cañón.

A excepción de los que vivirían las 24 horas en el casino, nadie puede irse de Las Vegas sin haber visitado el Gran Cañón del Colorado, uno de los paisajes más impactantes del mundo. Ya las cifras impactan: es una formación de más de 2.000 millones de años, con casi 450 kilómetros de largo y 1.500 metros de alto en el punto máximo de la garganta. Pero los números no significan nada al lado de la adrenalina de volar sobre el Gran Cañón o sentir el precipicio a los pies.

Temprano en la mañana, la camioneta del tour me pasó a buscar al hotel para llevarnos a la terminal de avionetas en el Aeropuerto Henderson. En el primer tramo pudimos sobrevolar la Presa Hoover y el Lago Mead, además del cauce del Río Colorado, tan poderoso que pudo esculpir el enorme Cañón a lo largo de los milenios. Descendimos en la parte oeste del Gran Cañón y, sin salir del asombro por todo lo que nos rodeaba, tomamos un helicóptero para bajar hasta la base (¡casi mil metros de descenso!). Sumergirse en el cañón es una de las mejores experiencias que le pueden pasar a un viajero.

Tras haber disfrutado el panorama por aire, lo recorrimos por tierra en una camioneta que fue parando por el Guano Point, el Eagle Point y la villa de los indígenas Hualapai, donde tuvimos un almuerzo típico delicioso. Pero el punto cumbre es el mirador Skywalk a  1.300 metros de altura, una pasarela con piso de cristal que nos da la sensación de estar “caminando en el cielo”, como bien expresa el nombre del lugar.


No hace falta más para imaginar su grandeza

 

Noche 2. Magia en la calle Fremont.

De vuelta al hotel, uno pensaría que nada podría estar a la altura de una de las grandes maravillas naturales del mundo. “But we are in Vegas, baby”, y siempre hay lugar para sorprenderse todavía más. Y el asombro me esperaba en la calle Fremont, otro de los puntos ineludibles de la ciudad.

La llamada “Experiencia Fremont” se vive en la punta occidental de la calle, llena de letreros de neón y proyecciones de luces LED, que le han dado el apodo de “GlitterGulch” (“el barranco brillante”, el único capaz de competir en belleza con los del Gran Cañón).

La calle Fremont está en pleno downtown, donde se concentran algunos de los casinos históricos de la ciudad, que reunieron a las celebridades en la “época dorada”; el Dorado Club, el Golden Gate, el Pioneer Club… Entre slots y champán, me despedí de la ciudad sintiéndome como una celebridad protagonizando una peli de gánsteres. Lo que pasa en Las Vegas queda en Las Vegas, pero también queda en lo más alto del podio de los recuerdos de viaje.


Recorrer la calle Fremont de noche es un imperdible

 

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