América del Sur / Brasil

Colores de Pernambuco: Recife, Olinda y Porto de Galinhas

Una ciudad fundada a orillas de un arrecife de coral y un puerto donde traían a los esclavos escondidos entre gallinas. Tales son los orígenes de Recife y Porto de Galinhas (tal como se refleja en sus nombres), hoy dos de los destinos más espectaculares del Nordeste Brasilero, y cabeceras del turismo en Pernambuco. Este pequeño estado no solo tiene una de las porciones de costa más maravillosas de Brasil, sino que además goza de una riqueza cultural muy arraizada, con sus propias músicas, comidas y celebraciones, provenientes de siglos de mixturas entre africanos, portugueses e indígenas.

Recife, la capital del estado, y Porto de Galinhas, el principal resort de vacaciones, están a solo 70 kilómetros de distancia, así que se pueden visitar en un mismo viaje y así conocer dos caras de la belleza pernambucana. Por si fuera poco, hay una “tercera” cara: Olinda, una joya histórica al lado de Recife, que también convoca al turismo internacional. Los pequeños paraguas de colores del carnaval local son los emblemas de Pernambuco, y no podría haber un icono más acertado: toda esta región es un despliegue multicolor de playas, tradiciones y festividades.

 

Recife: historia, cultura y tiburones

Imaginaba a Recife como una más de las capitales nordestinas: una extensa hilera de edificios blancos sobre una costa imposiblemente azul, donde la vida urbana se mezcla con las palmeras. En Recife encontré todo eso, pero además la ciudad me sorprendió con un patrimonio cultural inagotable y uno de los cascos antiguos más bonitos que recorrí en mi vida. No es para menos: este fue uno de los primeros asentamientos europeos en el territorio, y preserva muchos legados de su larga historia. Con los siglos, Recife se ha convertido en una de las mayores metrópolis brasileras, una gigantesca urbe donde el tráfico puede ser agobiante y los edificios son cada vez más altos. Sin embargo, los puntos más atractivos de la ciudad se pueden conocer en dos o tres días.

 

El casco antiguo

El Centro Histórico de Recife es bastante grande, así que hay que estar preparados para caminar todo el día. El Océano, el río Capibaribe y la Bahía de Santo Amaro generan un plano fascinante de costaneras, puentes, y callecitas desordenadas. Es fácil perderse, sobre todo porque uno no para de distraerse con las decenas de iglesias antiguas, museos, mercados y casonas de colores. Por eso, para sacarle todo el jugo al centro en un día, recomiendo contar con un tour guiado.

Recife Antigo es la parte más vieja y atractiva de la ciudad, entre el mar y la bahía. Todo empieza en el Marco Zero, un monumento que marca el punto de fundación de la ciudad en 1537. La Praça Rio Branco, donde se ubica, tiene una vista increíble del Océano. En la zona de los muelles, el Paco Alfadenga funciona como un lindo centro comercial en el antiguo edificio de aduanas. De noche, la Rua da Moeda es un buen lugar para salir a tomar algo.

Santo Antonio es la zona de gobierno, con edificios históricos muy interesantes, sobre todo en torno a la Praça da República. El corazón de este barrio es el Patio de San Pedro, que de noche se llena de vida con muchos bares y restaurantes asentados en casas del siglo XIX, con música en vivo y mesitas afuera. El momento más especial en el Patio de San Pedro se vive los martes a la noche cuando se celebra la Terca Negra. Creo que fue la noche más multicultural de mi vida. En un escenario al aire libre tocan maracatu, forro y xote (las músicas pernambucanas), pero al mismo tiempo en otras partes de la plaza se pueden ver ruedas de capoeira y hasta grupos de hip hop.

 


Recife Antigo, lleno de vida

 

Praia de Boa Viagem

“Buen viaje”, nos dice el nombre de esta playa, que nuclea uno de los barrios más elegantes y modernos de la ciudad. Imposible no tener un “buen viaje” cuando miramos ese mar transparente, incluso aunque no podamos meternos en el agua por la presencia de tiburones. Sí, así es: por toda la playa hay carteles alertando sobre los “tubarao”. Pero eso no impide disfrutar la costa, ya sea en una reposera sobre la arena, paseando por la costanera o picando algo en alguno de los restaurantes con vista al Océano. Boa Viagem también es una zona activa para salir de noche y tiene muy buenos hoteles a pasos del mar.


Aunque no podamos meternos en su agua, es preciosa de ver

 

Olinda, la linda

Apenas a seis kilómetros de Recife, la ciudad de Olinda es su contraparte perfecta: chiquita, más armónica y abarcable, y mucho más sosegada. Es una de las localidades coloniales mejor conservadas de Brasil, llena de casas antiguas y calles adoquinadas que suben y bajan. Muchas de esas construcciones funcionan hoy como galerías, centros culturales, restaurantes y bares.

Pero lo que hace verdaderamente única a Olinda es que combina el encanto histórico con una ubicación geográfica inigualable: morros suaves a orillas del Atlántico. Desde el Alto da Sé se tiene una vista impresionante de las casas antiguas mirando al mar, y los edificios de Recife dibujados a lo lejos. Imagino que de la exclamación de los primeros portugueses (“Oh, linda”) vino el nombre de la ciudad.

Bajando del mirador, en la Praça do Carmo y sus alrededores hay varias iglesias y museos para visitar. Es posible conseguir fácilmente un guía para hacer un city tour bien completo. Después del paseo se puede descansar en la Playa do Carmo o la de San Francisco, ambas con muy lindas vistas pero no aptas para bañarse.

Olinda es tan cerca de Recife que muchos van solo por el día; pero si da el tiempo, recomiendo quedarse una o dos noches para conocerla más a fondo y sin prisas. Hay muchas opciones de alojamiento y buenos bares para salir a comer y tomar algo a la noche.


Olinda nos regala una vista panorámica increíble

 

Carnavales incomparables

Recife y Olinda, cada uno por su lado, son sede de los carnavales más pintorescos de todo Brasil. Son menos turísticos que los de Rio y Salvador, pero quizás por eso mantienen ese espíritu autóctono y localista. Aquí no hay espectadores: todo el pueblo participa del festejo, tanto en los desfiles como en las fiestas multitudinarias que se realizan desde la “semana pre” (la anterior al carnaval). Ambos festejos están tan cerca que podemos ir a los dos el mismo día y bailar frevo, maracatu, mangue o afoxé sin parar.

 

Porto de Galinhas, paraíso de corales

A poco más de una hora del ajetreo de Recife tenemos un paraíso tropical para desconectarnos de todo. Situado en el municipio de Ipojuca, Porto de Galinhas es un balneario pequeño, que mantiene el encanto rústico de sus orígenes, pero con la sofisticación de un destino de vacaciones internacional. Las gallinas de su nombre son el gran icono del lugar: las vemos en forma de souvenir en las tiendas de regalos, o como grandes esculturas de colores adornando las callecitas céntricas.


Porto, con uno de los atardeceres más lindos 

 

Siguiendo la marea

Lo primero que hay que hacer al llegar a Porto de Galinhas, luego de instalarse cómodamente en la posada, es averiguar el horario de las mareas. Cuando la marea está en su punto más bajo, en la playa principal se forman piscinas naturales increíbles que cambian todo el panorama al verse los arrecifes muy cerca de la orilla. A mí me tocó la marea baja casi sobre el amanecer, así que me puse el despertador y bajé a la playa mate en mano a deleitarme con el paisaje.

No había casi nadie, apenas algunas jangadas adornando el panorama. Realmente un placer. Unos vendedores se acercaron a ofrecerme un tour de esnórquel que salía en apenas un rato, y me sumé sin dudar. Nos llevaron en un barquito varios metros mar adentro, con flotadores y escafandra, y pudimos ver los peces de colores y corales largo rato. Hasta nos sacaron fotos submarinas que después nos mandaron por mail. Pero incluso sin el tour se pueden disfrutar las piletas en la orilla, bien tibias, ideales para los que van con niños chicos o los que simplemente quieren relajarse como en un cinco estrellas, pero en plena playa.

 

Tour costero

La marea baja también permite disfrutar al máximo otros paseos para hacer por el día, como la excursión en barco a Maracaípe (si bien también hay minibuses locales que te llevan).  Este balneario vecino tiene una onda más distendida que Porto, y una playa larguísima con buenas olas para surfear. En el Pontal de Maracaípe, donde desemboca el río, se ve un atardecer espectacular. Otra opción para llegar a este lugar es en una excursión en buggy muy divertida que se llama “Ponta a Ponta”, y que parte de la playa de Muro Alto y pasa por Cupe -ambas al norte de la playa central-, para seguir rumbo al sur hasta Maracaípe.

La Praia dos Carneiros, 55 kilómetros al sur de Porto de Galinhas, es la mejor playa de la zona, con aguas supertransparentes y una energía de relax incomparable. Se llega en un barco que sale del Rio Formoso, y que incluye una parada donde podemos darnos un baño de arcilla bien desestresante. En Praia dos Carneiros también hay piscinas naturales para observar la vida subacuática (eso sí, ojo con los erizos).


Praia dos Carneiros, con un agua de verdad transparente

 

Pernambuco de altamar

Recife, Olinda y Porto de Galinhas son destinos impresionantes, pero para muchos el lugar más hermoso de Pernambuco está 500 kilómetros mar adentro y es el archipiélago Fernando de Noronha. Se puede llegar desde Recife o desde Natal (Rio Grande do Norte) en barco o avión, aunque este viaje ya tiene un costo más elevado y requiere un buen tiempo extra. De todas formas, estando tan cerca de las islas más lindas de todo el continente, hay que considerar incluir Noronha para coronar la estadía en Pernambuco.

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