Europa / Holanda

Ámsterdam: la ciudad a la que siempre volvería

Que es una de las sociedades más abiertas y multiculturales del mundo. Que la noche es frenética. Que una de las tribunas del Estadio Centenario se llama así porque la Celeste ganó el oro en unos Juegos Olímpicos que se disputaron en esa ciudad en 1928. Eso y muy poquito más sabía de Ámsterdam antes de conocerla. Tal vez el efecto sorpresa jugó a favor para que me pareciera una de las ciudades más fascinantes que he visitado. Pero después de pasar unos días en la capital de Holanda, me quedó la convicción de que volvería un millón de veces; y seguro que siempre tendría algo nuevo para cautivarme.

 

La magia histórica de Ámsterdam

Ámsterdam nació en el siglo XIII como un puerto de comercio. Desde sus orígenes recibió confluencia de religiones y culturas, y desarrolló un ambiente de tolerancia que se mantiene hasta hoy como un sello de identidad, al igual que los canales que la recorren y las casitas altas y estrechas que aprovechan el poco terreno disponible ganado al mar.

Caminar por el casco antiguo de Ámsterdam (el Oud-Centrum) es un deleite para los interesados en arquitectura e historia. El punto de partida clásico es la Plaza Dam, donde se puede ver el Palacio Real, la Iglesia Nueva, la famosa tienda Bijenkorf, el museo Madame Tussauds y el edificio de la Bolsa. Los cafés y terrazas sobre la plaza están siempre abarrotados. Caminando por el barrio antiguo nos vamos topando con los vestigios de la antigua muralla que protegió la ciudad en la Edad Media, que incluyen la icónica Torre de la Moneda (Munttoren).

Pero hay más que joyas arquitectónicas para explorar en el Old-Centrum. Tomando la calle Damrak, llena de tiendas, podemos comprar los souvenirs más insólitos. En la calle Jodenbreestraat está la Casa Museo de Rembrandt, donde el pintor holandés vivió y creó por más de veinte años. Los que quieren vivir el underground nocturno pueden conocer el Barrio Rojo, cerca de la Plaza Dam, o sentarse en uno de los Coffee Shops que han dado fama a la ciudad. En el centro histórico también hay varios pubs donde escuchar música en vivo.


La Plaza Dam, con vistas al Palacio Real

 

Entre jardines: Barrio Jordaan y Vondelpark

La magia de Ámsterdam continúa en Jordaan, para muchos el “barrio jardín” más bonito de la ciudad. Imposible no enamorarse de los arcos sobre los canales, los macetones con flores en cada rincón, las callecitas ascendentes y estrechas donde no pasan los autos, los pequeños mercados, los cientos de patios y cafés que esperan como escondidos para ser descubiertos.

El Jordaan es famoso por haber brindado refugio político y religioso. Allí podemos ver, por ejemplo, la casa donde se refugió el filósofo Descartes en 1630, y también la Casa de Anna Frank, donde escribió su inolvidable diario durante el Holocausto.

Saliendo del laberinto de Jordaan, encontramos el Vonderpark, el parque más importante de la ciudad y uno de los puntos de encuentro preferidos de los locales. En verano suelen verse espectáculos al aire libre, y además tiene un bar y cafetería para tomar algo antes de seguir paseando al sol.


Jordaan, precioso para pasear en bicicleta

 

Navegando Ámsterdam

Casi cualquier calle de Ámsterdam te lleva a orillas de un canal: la ciudad tiene más canales que Venecia, y por su inmenso valor histórico, todo el cinturón de canales fue reconocido como Patrimonio de la Humanidad. En la llamada “zona de los canales” se observa la arquitectura típica de la ciudad: las casas flotantes, altas y estrechas, donde había lugar apenas para el descanso de los comerciantes y el almacenaje de mercadería. No hay mejor forma de recorrer estos paisajes que subiendo a alguno de los botes o, mejor, los cruceros que parten de varios puntos de la ciudad y nos llevan por los lugares emblemáticos.

Las casas más angostas y representativas están en la calle Amstel en el Canal Singel, donde también se ubica el pintoresco –y flotante- Mercado de las Flores. En el Canal Prinsengracht, el más largo, están las casas mejor preservadas, muchas de ellas convertidas en agradables cafeterías. Uno de los puntos de referencia es el puente levadizo Magere Brug, que une el Kerkstraat con Niewe Kerkstraat. También hay que recorrer el hermoso Canal Reguliergracht, conocido como “el canal de los siete puentes”, con vistosos viaductos del siglo XVII. La “curva dorada” del Herengracht es otro de los imprescindibles, donde se sitúan las mansiones más bellas de la capital.


Atardecer sobre el Canal Prinsengracht

 

Una ciudad en dos ruedas

Las bicicletas se han convertido en un emblema de Ámsterdam, casi tanto como los girasoles de Van Gogh. Más que un medio de transporte, son un verdadero estilo de vida. Si realmente queremos sentirnos como un holandés, tenemos que alquilar una bici y aprovechar que estamos en la ciudad del mundo con mejor infraestructura para los ciclistas, que además tienen total preferencia en las calles, incluso más que los autos y los peatones. Por todos lados se escuchan las campanas de las bicis pasando a toda velocidad como si fueran autos: todo el mundo usa la bici para ir a trabajar, a tomar algo, a hacer las compras. En el centro hay muchos locales que rentan bicis por 24 horas a precios muy accesibles.

 

Cultura viva: De Pijp y el Barrio de los Museos

Los que llegan a embeberse del carácter multicultural que tanto ha destacado a Ámsterdam, tienen que dedicar un tiempo a De Pijp, la zona sur de la ciudad, una oda a la diversidad. Las calles Hoofstraat y Van Baerlestraat están llenas de restaurantes y comercios típicamente holandeses, fusionados con culturas de todo el mundo en un ambiente juvenil y descontracturado.

Justo al lado está el llamado “Barrio de los Museos” (Museumkwartier), uno de los más transitados de Ámsterdam. A muy poca distancia encontramos los tres principales museos del país: el Van Gogh (con la mayor colección de obras del pintor holandés), el impresionante Rijksmuseum (el museo nacional, un vastísimo despliegue de la historia del arte y la artesanía en Holanda) y el Stedelijk (dedicado al arte moderno y las vanguardias). En el barrio de los museos hay además tiendas de alto diseño y joyerías que acompañan el arte de toda la zona. Y como broche de oro, el espectacular Concertgebouw, la sala de conciertos conocida mundialmente por su acústica excelente.


 El Rijksmuseum, inconfundible

 

El corazón de Ámsterdam

La belleza de los canales, el interés de la arquitectura antigua y las miles de obras de arte que enriquecen la ciudad no serían tan atractivos sin la verdadera alma de Ámsterdam: su gente. O, mejor dicho, una cualidad especial de su población, que ellos denominan “gezellig”. Esta palabra podría traducirse como “amabilidad” o “ambiente amigable” pero, como todo rasgo identitario de una cultura, no se puede realmente explicar hasta que no se vive.

En cualquier momento de nuestro viaje, en cualquier café diminuto donde paremos a retomar energías o incluso en los restaurantes más importantes, los holandeses siempre nos reciben con una sonrisa y con toda la disposición del mundo para ayudarnos a tener la mejor experiencia en la ciudad. Y es esa actitud que cultivan entre ellos día a día y transmiten a quienes los visitamos, que hacen de Ámsterdam una ciudad a la que no dudaríamos en volver, y donde siempre quedará un nuevo brindis por hacer.

 

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